Decía Aristóteles en su Poética que la línea entre la virtud y el vicio es la que divide a toda la humanidad. Entendámoslo: el bien y el mal pugnan y puede haber periodos y lugares en los que el mal tenga dominio absoluto y el bien sea perseguido con saña. Si esto ocurre, estamos ante una ruptura civilizatoria o cultural. Se institucionaliza el dolor, el horror, la miseria y la muerte. Un ejemplo actual: en el Reino Unido, miles de niñas han sido violadas, torturadas e incluso asesinadas con la aquiescencia de bastantes políticos, periodistas y funcionarios.
Mas allá de la criminología, deberíamos disponer de herramientas intelectuales eficientes para el análisis detallado de estos procesos en los que la barbarie destruye la cultura nada menos que en un país europeo que se las tuvo tiesas contra Hitler. Se precisa una adecuada categorización jurídica y académica para prevenir, catalogar, combatir, juzgar y penalizar severamente los variados tipos de destrucción civilizatoria que padecemos hoy. Dos nombres de mujeres me vienen a la mente como gigantes a cuyos hombros más nos valdría encaramarnos: Hanna Arendt y Oriana Fallaci.
Por ahora padecemos una peligrosa insuficiencia académica respecto de los necesarios estudios sobre las múltiples interacciones entre la proliferación de la barbarie en Occidente, las tradiciones populares, el entretenimiento estandarizado de masas, las innovaciones en ciencia y tecnología, la comunicación digitalizada, las ideologías, la política, la economía, la geoestrategia, los totalitarismos viejos y nuevos, las industrias de los conflictos, las oligarquías transnacionales, los genocidios, el bioterrorismo, etc.
Los momentos de cambio más significativos, a falta de los estudios que la Universidad debería hacer, si recupera algo de sentido común, en ciencias sociales y en humanidades, son, a mi modesto entender, los siguientes: la segunda mitad del siglo XIX con la aceleración tecnológica y las polarizaciones ideológicas; las relaciones de las vanguardias de entreguerras con los totalitarismos; los nihilismos de los 60 y el declive cultural europeo; la concentración de las industrias culturales de los 80 y la espectacularización del sinsentido; los proyectos antihumanos y el descrédito de los medios convencionales, aulas incluidas, en el siglo XXI.
Arabia Saudí está preparando a sus universitarios -especialmente mujeres instruidas en un feminismo islámico que han inventado- para gestionar el Nuevo Orden Mundial. Ellos ven la cultura occidental como un gran estorbo
Estamos viendo que la introducción de la barbarie puede ser impulsada por sujetos que han conseguido situaciones de privilegio dentro de la cultura occidental pero que han decidido que les iría todavía mejor si no tuvieran que rendir cuentas de sus actos criminales. También pueden ser impulsados por fuerzas exteriores a Occidente, como es el caso del mundo musulmán. Así, aprovechan su desmedida influencia para aumentarla y seguir con sus planes por encima de cualquier ordenamiento jurídico civilizado. En ambos casos se trata de lo mismo, de ensanchar su poder. Pueden compartir estrategias pues confían en obtener beneficios tras la generalización del caos y la posterior instauración de algún orden necesariamente totalitario. Por cierto, que Arabia Saudí está preparando a sus universitarios -especialmente mujeres instruidas en un feminismo islámico que han inventado- para gestionar el Nuevo Orden Mundial. Ellos ven la cultura occidental como un gran estorbo.
No sólo se trata de individuos ambiciosos y sin escrúpulos, también cuentan, y mucho, ciertos movimientos artísticos que consiguen adhesiones minoritarias al principio y más amplias después. Esas operaciones estéticas tienen siempre implicaciones ideológicas, a veces, de profunda vocación destructiva, como es el caso del dadaísmo y del futurismo que vienen abriendo los desfiladeros nihilistas con la consiguiente producción de sujetos a los que no les importa apoyar el mal con la excusa ridícula de fastidiar a la ultraderecha. La producción de ese tipo de sujetos requiere un elaborado trabajo de adulteración semántica masiva acompañada de la tergiversación histórica en las aulas y en los medios. Esto comenzó en la anglosfera en los años 60 y en España se agudizó en los 80.
Este retroceso civilizatorio es fruto de un ataque combinado contra la cultura occidental que extrae sus inmensos recursos de las propias víctimas a las que va degradando, las va deshumanizando, como en Auschwitz
La agenda 2030 es un engendro occidental que se fraguó en la ONU a partir de los años 80 y que recupera planteamientos religiosos precristianos con diosas que exigen sacrificios humanos, lo cual ya había seducido a los nazis. Este retroceso civilizatorio es fruto de un ataque combinado contra la cultura occidental que extrae sus inmensos recursos de las propias víctimas a las que va degradando, las va deshumanizando, como en Auschwitz, ese sitio al que acudirá Sánchez, el antisemita, para su morboso deleite.
La civilización occidental tiene en su centro el valor absoluto de la vida y la dignidad humana. La agenda 2030 es un ataque frontal a esos principios de bienestar pues aparta la vida humana del centro de interés y protección para colocar en su lugar al planeta, pero no al planeta Tierra como una realidad material sino como una fantasía de supuestas armonías que los humanos estarían perturbando. La investigación científica independiente en torno a la compleja climatología se ha visto frenada. Sin embargo, se han acelerado las innovaciones tecnológicas y farmacológicas sin el suficiente respaldo de estudios rigurosos.
Una fascinante herencia
Afortunadamente, la imposición de la barbarie está encontrando resistencias crecientes, pues muchas personas, que no han caído en los agujeros nihilistas, son conscientes de que son el verdadero sujeto de la cultura; saben que su propia subjetividad es fruto de una fascinante herencia llena de sentido y experiencias, llena de creatividad, generosidad, fe cristiana, ciencia, política, historia, arte, comunicación, errores y aprendizaje.
Por supuesto, la experiencia traumática del mal, es un reto difícil de integrar si no se dispone de una civilización que ayude a encontrar sentido. En una sala del Palacio Público de Siena, donde se reunían los concejales a principios del siglo XIV, hay unos frescos que cubren tres paredes. Uno de ellos se titula Alegoría del mal gobierno y sus consecuencias en la ciudad y el campo. En otra pared se representa la Alegoría del buen gobierno y sus consecuencias en la ciudad y el campo. Cuando vi una grabación de Lala Chus y su estampita me pareció una puesta en escena, con poco talento, del fresco dedicado al mal gobierno, pues abundan los cuernos, la soberbia, la avaricia, el engaño, la discordia. Véase el fresco en este enlace.