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Los estudiantes, no de manera exclusiva, pero si en la mayoría de los casos van a la universidad para aumentar su probabilidad de empleo y, de lograrlo, mejorar su ingreso. El objetivo del estudiante, aparte de correlacionarse con sus compañeros y profesores, debe ser el tener mayor empleabilidad, salario y habilidades transferibles. El objetivo de la ‘sociedad’ es maximizar la empleabilidad y el que estos estudiantes agreguen al capital social del país. Es por ello que la formación de maestros, médicos, ingenieros, artistas y servidores públicos (algunos con salarios de mercado más bajos pero altísimo valor social), es tan importante.
Para el autor de esta nota el país le debe prestar mucha más atención al reciente estudio que señala las universidades en Colombia con los estudiantes más apetecidos en el mercado laboral. Un artículo en el diario El Tiempo cuyo autor es Mateo Chacón Orduz, cita a Ben Sowte, vicepresidente de QS World University Rankings, la entidad que adelantó dicho estudio: «Las universidades colombianas gozan de un reconocimiento excepcional tanto por parte de los empleadores como de los académicos, con ocho instituciones clasificadas entre las 50 mejores de la región, destacando especialmente en la reputación de los empleadores”. De esta forma, afirma el artículo, “las instituciones del país no solo aparecen, sino que logran posiciones muy altas en el ranking. Los egresados de la Universidad de Los Andes figuran como los más preciados por los empleadores en el país, y además está en el puesto 5 entre las más reputadas en América Latina en este aspecto le siguen de cerca la Universidad Nacional, en el puesto 7, y la Javeriana, en el puesto 9, siendo estas tres las únicas en el top 10. Por su parte, la Universidad de La Sabana (18) y la Universidad Externado de Colombia (19) completan el grupo de instituciones del país entre las 20 mejores de la región. Esto le da a Colombia más universidades entre las 10 y las 20 primeras en este indicador que cualquier otro país de Latinoamérica o el Caribe.”
El objetivo de la política pública no es, por más que en este gobierno insista en ello, financiar exclusivamente instituciones educativas públicas
Es necesario insistir que el objetivo de la política pública no es, por más que en este gobierno insista en ello, financiar exclusivamente instituciones educativas públicas. El objetivo debe ser el financiar directa o indirectamente a todas las instituciones educativas que, aparte de formar activamente el capital social del país, reduzcan el desempleo y elevar los ingresos de los egresados. Como bien observaba un experto en temas de educación, “Si la universidad “X” —sea estatal o privada— consigue que 9 de cada 10 graduados estén cotizando, con salarios competitivos para su campo y su ciudad, esa es la que merece el apoyo del contribuyente. Si la universidad “Y” acumula deserción, titulados sin empleo formal y salarios de subsistencia, esa no. No hay afrenta alguna: es un contrato de resultados.”
En este gobierno, lamentablemente, en muchos campos pero principalmente aquel de la educación y de la salud el lema pareciera ser “lo público es virtuoso por definición; lo privado, sospechoso por naturaleza”. Por más que le moleste al alto gobierno, el Estado no puede seguir financiando exclusivamente a universidades públicas, solo por el hecho de ser públicas. Los recursos aportados por los contribuyentes (sagrados los llamaba Antanas Mockus) deben ir exclusivamente a aquellas instituciones que demuestren que transforman estudiantes en trabajadores formales con salarios decentes. Las políticas que riñan con este objetivo deben ser de plano descartadas.
Los recursos de los contribuyentes deben financiar solo instituciones que demuestren que transforman estudiantes en trabajadores formales con salarios decentes
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