En el antiguo colegio de Chapinero, el equipo detrás de Kaputt inaugura un nuevo espacio que mezcla arte, música y memoria urbana
Bogotá tiene una nueva historia que contar cuando cae la noche. Este 31 de octubre abrió sus puertas Proyecto Kinder, el club que ya muchos describen como el heredero espiritual de Kaputt, ese mítico espacio que cambió la forma de vivir la rumba en la capital. Pero Kinder no es una copia: es un renacimiento con alma propia, un experimento que combina arte, arquitectura, música y memoria en un solo lugar.
El nuevo club nació entre las ruinas de un antiguo colegio católico en Chapinero, donde los salones y los patios que alguna vez vieron uniformes y recreos hoy se llenan de luces, beats y cuerpos en movimiento. Sus creadores, los mismos detrás de Kaputt, decidieron conservar parte de la estructura original, respetando los muros, los pasillos y la atmósfera nostálgica del lugar. Así, el contraste entre lo sagrado y lo profano se convierte en el corazón estético del proyecto.
Más que una discoteca, Kinder es una experiencia sensorial. Cada rincón fue diseñado para provocar emociones distintas: zonas inmersivas con proyecciones, ambientes sonoros experimentales y una curaduría musical que mezcla lo mejor del techno, el house y las nuevas tendencias electrónicas. Todo bajo una filosofía clara: que la rumba sea también un acto creativo, una forma de expresión.
El lanzamiento no pasó desapercibido. El 31 de octubre, la inauguración reunió a artistas, diseñadores, melómanos y viejos conocidos de la escena underground bogotana. Entre luces rojas y proyecciones que recordaban el espíritu irreverente de Kaputt, los asistentes confirmaron que Kinder no pretende reemplazar nada, sino abrir una nueva etapa para quienes buscan experiencias nocturnas distintas, más cercanas al arte que al simple entretenimiento.
Con Proyecto Kinder, Bogotá reafirma su lugar como epicentro cultural de Latinoamérica. Lo que alguna vez fue un colegio hoy se transforma en un laboratorio de creatividad nocturna, donde la historia y la modernidad se cruzan cada fin de semana. Un espacio que demuestra que, en esta ciudad, las ruinas no se destruyen: se reinventan.
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