Macarena López, enfermera de profesión durante 27 años, tomó una decisión que transformó su vida por completo. La crisis sanitaria y la falta de reconocimiento laboral fueron algunos de los factores que la llevaron a replantearse su futuro. «Las enfermeras recibimos muchos aplausos, pero ninguno se convirtió en más derechos laborales», afirma con determinación.
El agotamiento físico y emocional la empujó a buscar un nuevo camino. «Sentía que intentaba salvar a alguien de ahogarse en el mar, pero me di cuenta de que me estaba ahogando con él. Tuve que decidir si seguir braceando o soltar y salvarme a mí misma». Así, tras un proceso de reflexión, encontró en la tierra y la ganadería su nueva vocación.
Del pastoreo a la maestría quesera
La transición no fue rápida ni sencilla. Decidida a formarse en su nueva pasión, se inscribió en una escuela de pastores y luego en una escuela de FP como responsable de explotación ganadera. «Nunca había usado los puntos de formación acumulados en mi carrera en Francia, así que decidí canjearlos y capacitarme», cuenta López.
Su recorrido formativo la llevó hasta la Escuela de Industrias Lácteas de Zamora y la Escuela Agraria del Pirineo, donde perfeccionó sus conocimientos en la elaboración de quesos. «Iba a clase con chavales de 17 años cuando yo tenía 47, y eso requiere coraje. Pero cuando algo te apasiona, encuentras la energía para seguir adelante», explica.
El mayor desafío: reconstruirse
Cambiar de vida no solo implicó una nueva profesión, sino también un cambio de residencia y de rol. «He dejado Francia, me he venido a vivir a Asturias, he cambiado mi rol de enfermera por el de quesera. Trabajaba como asalariada y ahora soy autónoma», relata.
A nivel personal, también significó enfrentarse a presiones sociales y familiares. «La sobrecarga del cuidado de mayores recaía sobre mí. Pero entendí que no podía sacrificar mi vida por la de los demás. Cerca de los 50 te das cuenta de que las oportunidades no son eternas».
Se inscribió en una escuela de pastores de Francia y aprendió el oficio, llegando a trabajar con un rebaño en el pirineo francés. También realizó un módulo de responsable de explotaciones ganaderas caprinas, con especialidad en la transformación quesera. Trabajó en varias queserías antes de entrar en la Escuela Internacional de Industrias Lácteas (EILZA), de Zamora, donde se sacó el título de maestra quesera junto a su pareja, cocinero de profesión.
Con su nuevo proyecto, López busca rescatar la esencia de la quesería artesanal. «Trabajamos con quesos de todo el antiguo territorio celta: el norte de España, Francia, Irlanda… Pero siempre de pequeñas queserías artesanas que utilizan ganado propio o leche de proximidad».
Su propuesta ha sido reconocida por la Red Rural Nacional, la Red Pac,, que le otorgó la mención de honor al mejor proyecto rural. «Hemos conseguido crear una identidad de marca basada en la tradición y la calidad», dice con orgullo.
El queso, una pieza única de la naturaleza
Para López, cada queso es un reflejo de su entorno y del momento en que se elabora. «El queso que compras hoy es único porque depende del pasto que comió el animal ese día, de si llovió más o menos, de la humedad en el obrador. Todo influye».
Apuesta por la producción de temporada y la elaboración tradicional. «Usamos calderos de cobre en lugar de acero inoxidable, escurrimos con paños en vez de moldes de plástico. Son pequeños detalles que marcan la diferencia».
A todas aquellas personas que desean dar un giro a su vida, Macarena López les recomienda escuchar su interior. «La vida son experiencias, hay que vivirlas. Muchas veces el miedo, la culpa o la presión social nos frenan, pero el cambio solo ocurre cuando uno está listo para escucharse y dar el paso».
En el Día Mundial del Queso, su historia es un ejemplo de valentía, determinación y pasión por un oficio que respeta la tierra y sus tradiciones. «Si yo he podido hacerlo con 50 años, ¿por qué tú no?».