Trabajó para el Cartel de Medellín y los Ochoa, los traicionó con la DEA, lo ubicaron y lo acribillaron en Estados Unidos al estilo de los sicarios paisas
Los tres sicarios colombianos esperaron por un par de horas a que el piloto de aviones Barry Seal saliera del centro de rehabilitación Baton Rouge, en Luisiana (Estados Unidos), a donde iba todos los días como parte de la condena a seis meses de trabajo comunitario. Extrañamente le ordenaron ni portar armas ni tener guardaespaldas. Cuando el Cadillac blanco de Barry Seal salió del lugar los sicarios Miguel Vélez, Luis Quintero Cruz y Bernardo Vásquez, se le acercaron y lo balearon con una metralleta. Fue el precio que pagó por traicionar al Cartel de Medellín. Era el miércoles 19 de febrero de 1986.
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La orden de asesinar a Barry Seal fue dada por Pablo Escobar, según las investigaciones de Estados Unidos, en ella también habrían participado otros líderes del Cartel de Medellín, entre ellos Jorge Luis y Juan David Ochoa Vázquez, miembros fundadores del cartel liderado por Escobar y Fabio Ochoa jr, el menor de clan Ochoa, que regresa al país después de pagar una condena de 25 años en Estados Unidos.
El inicio de un piloto prodigio
Adler Berriman Seal, se hizo llamar Barry Seal desde su juventud. Nació en Baton Rouge, Luisiana, en 1939. Desde muy joven, demostró un talento excepcional para la aviación. Empezó con sus cursos de aviación a los 15 años y a los 17 ya era un piloto de pequeñas aeronaves pequeñas. A los 26 años se convirtió en uno de los pilotos comerciales más jóvenes de un Boeing 707, para la aerolínea Trans World Airlines (TWA). Pero su prometedora carrera dio un giro cuando fue despedido en 1972, acusado de intentar traficar explosivos a México.
La conexión con el Cartel de Medellín
A partir de ese momento, Barry Seal abandonó los cielos comerciales para meterse en un mundo lucrativo: el contrabando. Fue así como empezó a viajar a Suramérica a hacer sus negocios, hasta que por intermedio del también piloto norteamericano William Roger Reaves, conoció a los hermanos Ochoa y empezó con ellos un negocio oscuro y peligroso, pero mucho más rentable: el tráfico de marihuana desde Colombia a Estados Unidos, un negocio que controlaban el clan Ochoa Vásquez.
Seal se convirtió en el piloto de confianza de los Ochoa y fueron ellos quienes lo presentaron al recién creado Cartel de Medellín y a sus jefes Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y Carlos Leheder. Barry Seal aceptó trabajar de manera exclusiva para el Cartel.
Utilizando avionetas modificadas para evitar los radares estadounidenses, Seal realizó decenas y decenas de vuelos entre Colombia y Estados Unidos, transportando toneladas de cocaína. La confianza que ganó dentro del Cartel le permitió acceder a los círculos más cercanos de Pablo Escobar, Gacha, Leheder, y los hermanos Jorge Luis Ochoa y Fabio Ochoa Vásquez, líderes de la organización. En poco tiempo, Seal se convirtió en una de las piezas clave para mantener el flujo constante de drogas entre Colombia y Estados Unidos a través de Nicaragua y las Islas del Caribe.
Fabio Ochoa Vásquez y la traición
Las investigaciones de las cortes norteamericanas vincularon al menor de los Ochoa Vásquez jugó un papel importante en la relación con Barry Seal y Cartel. Fabio, un habilidoso para manejar las operaciones financieras y logísticas, fue quien estuvo detrás de gran parte de los envíos de drogas en los que participó el piloto norteamericano, lo que llevó a Fabio Ochoa y Barry Seal a desarrollaron una relación muy cercana.
Sin embargo, esta alianza empezó a deteriorarse cuando Barry Seal fue arrestado por la DEA en 1983 con un importante cargamento de cocaína. El piloto uso sus contactos para establecer comunicación con el Grupo de Trabajo Antidrogas contra el Crimen Organizado de Estados Unidos que en ese momento lideraba el entonces vicepresidente George H. W. Bush, quien lo sumó al equipo de informantes de la DEA.
A partir de ese momento la doble vida de Barry Seal estaba vigilada por los agentes que llevaban varios años detrás de los colombianos que estaban llenando de cocaína los Estados Unidos. Según documentos desclasificados, Seal colaboró también en operaciones clandestinas, incluyendo el envío de armas a los Contras en Nicaragua durante la Guerra Fría.
En los pocos años que Seal trabajó para Pablo Escobar según las investigaciones de esos años, logró amasar una fortuna superior a los 50 millones de dólares de esa apoca.
Su papel como informante lo llevó a participar en una operación encubierta que resultó devastadora para el Cartel: Barry Seal grabó a miembros del Cartel de Medellín entre ellos el mismo Pablo Escobar, Rodríguez Gacha y los Ochoa descargando un cargamento de cocaína en Nicaragua. En ese momento quedó en evidencia la conexión entre los narcotraficantes colombianos y el gobierno sandinista. Ese momento también marcó su sentencia de muerte: el Cartel no perdonaría la traición que llegó a los oídos de Escobar, quien a partir de ese momento lo declaró objetivo de muerte. Las operaciones clandestinas del Cartel de Medellín habían quedado al descubierto.
Cuando se conoció la traición, aunque Barry Seal no volvió a Colombia, Pablo Escobar le puso precio a su cabeza. Ofreció miles de millones de pesos por secuestrarlo y unos más por asesinarlo. Pero no esperó a que los cazadores de recompensas ilícitas lo hicieran y envió tres experimentados sicarios a hacer el trabajo.
Mientras Seal permanecía sentado en el asiento del conductor, tres hombres armados se acercaron sigilosamente a su vehículo. Sin darle tiempo de reaccionar, abrieron fuego con armas automáticas, impactándolo múltiples veces en el torso y la cabeza. La escena la describen como sangrienta y brutal. Los tres sicarios, identificados después como miembros del Cartel de Medellín, huyeron del lugar dejando a Seal muerto dentro de su lujoso auto. El ataque fue un mensaje claro: ninguna traición al Cartel más peligroso del continente quedaría impune.
La investigación posterior reveló que los asesinos habían utilizado información privilegiada para localizar al piloto. Aunque Fabio Ochoa Vásquez negó cualquier implicación directa con el asesinato, las autoridades estadounidenses lo consideraron un posible autor intelectual, debido a su ascendente posición de liderazgo en el Cartel y a su estrecha relación con Seal.
Aunque la fiscalía gringa nunca pudo demostrar que el menor de los Ochoa participó en el crimen, sí fue relacionado con esta con el argumento de que su la traición del piloto había puesto en riesgo las operaciones del Cartel y sus intereses personales como líder de la organización.
Las autoridades norteamericanas no pudieron condenar a Fabio Ochoa ni a ninguno de sus hermanos porque en 1991 se entregaron a la justicia colombiana estrenando la Ley de sometimiento que firmó el entonces presidente César Gaviria para la rendición de los capos del narcotráfico quienes se entregaron a cambio de la no extradición y de que los delitos cometidos antes de esa fecha fueran pagados con unos años de cárcel, como ocurrió. Los tres hermanos Ochoa pagaron 5 años de cárcel y salieron libres en 1996.
La nueva captura y condena de Fabio Ochoa
Fabio Ochoa fue extraditado a Estados Unidos en 2001, donde pagó 25 años tras las rejas. Fue capturado en 1999 junto a 30 narcotraficantes más en medio de la muy conocida operación Milenio que armaron entre Estados Unidos, México y Colombia.
Aunque lo condenaron por volver a traficar cocaína con los poderosos carteles mexicanos, de lo que él siempre se declaró inocente y sus abogados dicen que no había suficientes pruebas en su contra y que lo que realmente le cobraron fue el asesinato del piloto delator Barry Seal.
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